La pregunta del millón. ¿Cuál es el mejor vino? ¿Qué vino debo comprar? ¿Si vale más es mejor? ¿Cuál es el mejor para cada momento?
Y yo me pregunto, y si en lugar de empezar por darle respuesta a estas preguntas, no empezamos por buscar otras. ¿Dónde voy a tomar el vino? ¿Con quién voy a tomar el vino? ¿Me apetece beber vino hoy? Porque quizás si primero nos respondemos a esto, nos sea más fácil encontrar el vino adecuado y sobre todo disfrutarlo.
Vamos a imaginar. Imaginaros en ese pueblecito de montaña, blanco, con sus empinadas cuestas, con su olor a chimenea, con sus ancianos en las puertas, con los niños corriendo por sus calles. Imaginaros. Y ahora decidme, ¿qué os apetece? O imaginaros, en la playa después de ese baño fresquito, ese olorcillo a sardinas... ¿lo tenéis claro? O mejor imaginaros esa noche de amigos en casa, o en una terraza, esas conversaciones hasta bien entrada la madrugada, esas risas, esos secretos y ahora pensar en el vino. En el vino que queréis que os acompañe.
Si os soy sincera no sé si sabría aconsejar que vino debéis comprar, pero sí que momentos debemos elegir si queremos disfrutar del vino que vamos a tomar. Porque el vino, al final no deja de ser un compañero más de ese momento, que nos puede hacer disfrutar más, pero el momento debemos ponerlo nosotros, y cuando estamos agusto todo sabe mejor. Pues elijamos los momentos y luego pensemos en el vino. Quizás entre amigos todo sepa mejor.